“Andrés ayude pues… recoja eso.”

Andrés o “solecito” como le decían en mi colegio (Agustiniano de Palmira) es un joven que no sobrepasa los 22 años de edad, se graduó hace 2 años, cuando yo cursaba octavo grado de bachillerato. En el colegio, “solecito” se veía un buen estudiante, educado y con cierto modo económico- el normal para pertenecer a dicho plantel de carácter privado-. Por ese entonces atravesaba en mi pensamiento la idea de que todos los jóvenes graduados como bachilleres, posteriormente ingresaban a la universidad y así, creía, le iba a suceder a “solecito”. Hoy lo volví a ver, no estudiando, sino, tratando de darse un sustento económico como vendedor ambulante.
Así como él, muchos jóvenes se encuentran en similares o peores condiciones de supervivencia, condiciones que no pidieron, simplemente se las impuso el contorno social en el que trataron de desarrollarse como personas y sobre el que no pudieron dar origen a un buen futuro, pues ni siquiera tuvieron la oportunidad de poder realizar estudios superiores o la consecución de un trabajo estable.